3 de septiembre de 2013

El café más amargo

Si es verdad que existen las buenas noticias, las malas y las peores. Pues la que me fue entregada pertenece al último bloque:

“6 meses”

Esas fueron las palabras pronunciadas, como una sentencia final, 6 meses para amar, para soñar, para sentir, al fin y al cabo… para vivir.

“¿Que hacemos?” Pregunté a mi padre, pidiendo esa respuesta que lo arregle todo, de esa persona que es un pilar para mí, de esa persona que tiene soluciones para todo, pero también de esa persona que en 6 meses ya no estará.

Le cogí la mano y apreté, mientras él contestaba “¿Qué será del Jacky?” como si nada más que el perro le preocupara en ese momento, como si al mover el foco hacia la que ahora también era su mascota esos 6 meses fueran menos duros.

Así pues, café en mano, sujetando mi alma a la vez que esa taza, bebí, sabiendo que ese café iba a ser el más amargo. Ahí estaba yo, con el alma desecha, bebiendo ese café que un día aprendí a amar, pues los domingos con su olor eran únicos ya que mi padre era quien lo preparaba.
Ahí estaba yo, bebiendo cada lagrima en silencio sin poder imaginar cuanto dolor tenia él.

Y todo es dar tiempo al tiempo, ese miedo a perderlo, a que sentirá él. Cuando los meses pasan te haces la ilusión de un error médico, que esos 6 meses sean años, pero llega el dia después de tanto luchar, después de tantas ganas de vivir, después de tirar la toalla para agacharse a recogerla más tarde.

6 cortos y a la vez tan largos meses, que pasan sin que casi te des cuenta, intentando siempre sacar esa sonrisa que te diga que está bien.

El día llega, en el hospital, horas y lagrimas van pasando, pero aun no es el momento, aun hay tiempo para otro café.

- Aquí, la gente se va.
- ¿A dónde Papa?
- Se van, pero no a su casa.

Como queriéndome decir: Hazte a la idea hija, que esto se acaba. Y con las horas… por momentos deja de ser él, y con las horas ya no hay más cafés, con las horas hacerse la fuerte no sirve de nada y llorar en silencio y a solas se hace habitual.

Las personas que dicen tener respuestas no dicen nada, las que dicen saber que pasará parecen tirar la toalla, y de nuevo aquí estamos luchando por un café más.

6 meses se vuelven 12 y parece que la amargura se endulza un poquito, o quizá aprendamos a tolerarla. Aprendemos a no soñar muy lejos, a no hacer planes para pasado mañana, para mañana quizá. Pero también las cosas cambian, la vida, los besos y por supuesto… Los cafés. Ahora solo los tomo yo.
Pies en la tierra y corazón en un puño, aquí. Teniendo un día más, pero sin dejar de llorar.

Y en el numero 12 te vas… con ganas de ver el mar, con ganas de un mañana, con fuerza para sonreír, pero te vas… Y duele, duele más que mil cuchillos, y seguirá doliendo por más que la vida pase. Escuece tanto que ni hecha un ovillo me puedo calmar, el aire es espeso. Te cojo la mano mientras nos repito “Todo irá bien, estamos aquí, no tengas miedo… Todo irá bien…” Muerta de miedo espero.

No estas… No soy tan fuerte para la envestida, para esta no. Y ya no estas…

Con los días… ¿Si le he perdido el respeto a la muerte y el miedo a la vida, que me queda? Un último café, porfavor, ese que me desgarre el alma.

Pero sin ti, ya no sabe igual. Sin ti, ya no me quedan cafés.

Te quiero.

Por y para siempre, tu niña pequeña.

2 comentarios:

  1. Esos cafés que quedan en el recuerdo siempre serán los más dulces que jamás hayas podido probar. Nunca, nada, ni nadie los podrá sustituir.
    Siempre podrás contar conmigo para llorar, hablar, pelear e incluso para "hacer el café" de las 15.00.

    Nunca podré olvidar las horas de filosofía de tu padre en el sofá... Siempre nos hemos quejado de ellas, pero, las echaremos de menos...

    Eres de las personas más fuertes que conozco y por eso no quiero que sufras en silencio. Me tienes para lo bueno, lo malo y lo peor.

    Te quiero hermana.

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